Su nombre, Amalia, era natural de ese sur, que le había traído por amor, a la ciudad, se dejaba notar, porque hacia simpatizar con su rayos de su sola luz, le encantaba y le apasionaba, hacer escalada, era una aventurera, adelanta a su tiempo, escribía en sus ratos libres, porque era profesora de escuela, y también de canto, le encantaba la ópera, la zarzuela, y era una enamorada de ese teatro que tantísimo, le llenaba, su marido Juanjo, compartía como ella este arte, eran dos enamorados de la cultura, él también era profesor en aquel instituto de bachillerato, en esa cafetería del barrio, pasaba sus horas los fines de semana, jugando a las cartas, con sus cinco amigas, no había tenido hijos, porque sinceramente no lo habían pensado, se dejaron llevar con su vida, como era, sin ninguna oscuridad que les perturbara, si, les gustaban los niños, pero no llegaron, el destino les tenía preparado otra cosa, su cultura, su momento, Amalia con la edad, con los años, con la soledad, al partir Juanjo, comenzó con aquellos olvidos, con la memoria sin memoria, y el suspiro fue su última despedida...Feliz martes para los familiares y amigos de enfermos de Alzheimer.
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