Aquel Darío, con aquella fuerza interior, aquella energía personificada, con esa simpatía cada segundo que salía a la calle para dar sus paseos matutinos, era un hombre que le gustaba ser feliz, rodearse de su familia, de su esposa, Leonor, de sus hijos, Abel, y Eloisa, de sus nietos, Mára, Pablo y Rebeca, le gustaba de leer tras la comida, de jugar a la tarde con sus amigos, en ese casino de la ciudad, cuando se sucedieron los años, y quedó sólo tras la muerte de su esposa, comenzó a enfermar, de sus piernas, de su movilidad, y sus hijos contrataron a una chica para que estuviese a su lado, le ayudaba en su vida diaria, la amistad fue muy bonita entre los dos, hasta que su mente comenzó a debilitarse por la enfermedad del olvido, ya no quería salir a su paseo diario, porque no podía recordar a nadie, y ya no podía ni tan siquiera volver a soñar, una noche durmiendo se fue, y tan sólo nos queda la huella y el recuerdo de una persona maravillosa...Feliz martes para los familiares y amigos de enfermos de Alzheimer.
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