Con esa mirada, al sur de otras ilusiones, Jesús dormia en su cama y de repente, abrió sus ojos, a su lado le miraba su nieto, y él no le reconocía tenia esa triste enfermedad del olvido, llevaba cinco años con su mente en blanco, su esposa, Marisa sufría, porque ya no le conocía, ni tan siquiera a él mismo, ya no sabia ni su nombre, ni donde se encontraba, y una tarde de invierno, salió a la calle, sin rumbo fijo, y su familia tuvo que denunciar su desaparición, por fortuna pudieron encontrarle en una de las tiendas del centro de la ciudad, unos días después, decidieron llevarle a un centro para que allí le cuidasen, Jesús ya por fin pudo estar más protegido y tranquilo, a la sombra de su propia vida...
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